Bran los dejo desembarcar y ofreció un magnífico banquete al rey de Irlanda. Al día siguiente consultó el asunto con sus consejeros y al final decidieron aprobar el matrimonio entre Branwen y Matholwch.
Se celebró otra gran fiesta en un amplio pabellón, pues Bran era tan gigantesco que no cabía en ninguna casa corriente. Y por la noche, Branwen se convirtió en la esposa del rey de Irlanda.
Bran tenía un hermanastro llamado Efnisien, que no podía soportar que a los demás les fueran bien las cosas. Efnisien fue al establo donde se guardaban los caballos de Matholwch y, fingiendo no saber nada de la boda entre su hermanastra y el rey de Irlanda, preguntó a los guardias quién había dado permiso para que esos caballos con insignias de Irlanda estuvieran en el establo real.
Los guardias le explicaron que había caballos con insignias irlandesas porque Bran había hecho los arreglos para que Branwen se casara con Matholwch. Efnisien, que ya sabía todo eso, simuló enfurecerse ante la noticia y atacó a los caballos, cortándoles los labios, las orejas y las colas.
Cuando la noticia llegó a oídos de Matholwch, éste decidió volver a los barcos. Bran se enteró de que su reciente cuñado había abandonado la corte sin despedirse y envió mensajeros a preguntar la razón.
Los mensajeros de Bran le informaron al rey de Irlanda que los caballos habían sido lastimados por el hermanastro del rey, sin su consentimiento. Y así, los heraldos de Bran lograron apaciguar a Matholwch, que se reconcilió con el soberano de Gran Bretaña y partió para Irlanda con los abundantes tesoros que Bran le había regalado, en compensación por el insulto de Eifnisien.
Al principio, a Branwen le fue bien en Irlanda. Incluso tuvo un hijo, al que enviaron a educarse con las mejores familias irlandesas. Pero luego empezaron a circular rumores acerca del gran insulto que el rey había sufrido por culpa de un hermanastro de la reina. La gente comenzó a burlarse del rey, instándolo a vengarse.
Así, Branwen fue expulsada de su aposento y llevada a la cocina, donde se la obligaba a cocinar para toda la corte. Cada mañana, cuando el carnicero acudía a cortar la carne, la golpeaba como parte de su castigo. Para que Bran no se enterara de lo que le hacían a su hermana, Matholwch prohibió que todos sus barcos navegaran entre Irlanda y Gales.
Esta situación se prolongó durante tres años, pero Branwen no era la clase de mujer que soporta resignadamente un trato humillante. Capturó un estornino y lo crió alimentándolo día a día. Con paciencia, le enseño a hablar, y al cabo de un tiempo pudo enviarle un mensaje a su hermano, contándole sus desgracias.
Bran se indignó y declaró inmediatamente la guerra a Matholwch.
Bran era tan enorme que fue caminando sobre el lecho de los lagos, llevando sobre su espalda a todos los arpistas de la corte. La lucha fue descarnada y murieron muchos hombres. Sólo siete de los hombres de Bran salieron con vida. De esos siete, los más destacados eran Pryderi, hijo de Pwyll, y Manawydan.
Los siete hombres cortaron la cabeza de Bran, como él había pedido, y abandonaron Irlanda llevando con ellos a Branwen y la cabeza.
Pero la angustia que sentía Branwen por la pérdida de su hermano la hizo caer muerta. La enterraron entonces a orillas del río Alaw, donde todavía existe un lugar llamado Bedd Branwen.
Los siete guerreros siguieron su camino hacia Harddlech, con la cabeza de Bran. Allí encontraron preparado un banquete que les reconfortó el cuerpo y el alma. Tres pájaros pertenecientes a Riannon, la esposa de Pwyll, cantaron para ellos. La magia de su canto disipó las penas. Y mientras escuchaban, pasaron siete años, tan rápidos como un solo día.
Transcurridos los siete años debían llevar la cabeza de Bran a Penfro. Allí también encontraron una gran sala con vista al mar y un banquete preparado. La sala tenía tres puertas: dos estaban abiertas y la tercera cerrada, por lo que supieron que era la puerta de la que Bran les había hablado. Una vez dentro del salón, olvidaron todas sus desgracias. Allí permanecieron durante ocho años, pero el tiempo transcurrió tan aprisa que les parecieron días.
La cabeza de Bran presidía los banquetes como había hecho el rey en vida. Pero todo terminó como Bran había predicho.
Un día, uno de los siete abrió la puerta cerrada y la cabeza comenzó a pudrirse. En la distancia se veía Cornualles. Inmediatamente todos sintieron el peso de la pena, que habían logrado olvidar durante su placentera estancia en Penfro. Lo único que les quedaba por hacer era llevar la cabeza a Londres y enterrarla junto con el cuerpo.
Cuando llegaron a la Montaña Blanca enterraron la cabeza, siguiendo las instrucciones de Bran. Allí permanece desde entonces, protegiendo a su tierra de epidemias e invasiones.