Se debe tener en cuenta que los historiadores a juzgar por los registros arqueológicos, opinan que tribus indoeuropeas llegaron a la Península, entre el siglo XIII y IX antes de la Era Común, con la gran expansión de los pueblos de la conocida como cultura de los Campos de Urnas. Gentes que básicamente fueron pre-celtas, es decir, clanes y tribus que con el paso del tiempo llegaron a ser englobados dentro de la cultura celta.
El asentamiento de estos primeros individuos fue pacífico, y sus pequeños poblados solo tuvieron capacidad para albergar reducidas gentes.
Por otra parte, la aparición y afluencia de pueblos celtas hacia la península es una cuestión de arraigadas y polémicas discusiones entre historiadores, desde hace un par de siglos, sin que siquiera en la actualidad el tema haya quedado perfectamente aclarado.
No obstante, las teorías mayoritarias apuntan a que ya en el transcurso del siglo IX al VIII a.E.C., aconteció en la región catalana un desarrollo de los Campos de Urnas típicos hacia lo que viene denominándose como Cultura de los Campos de Urnas Recientes.
Este nuevo período se distinguió en Cataluña por una progresiva pero sistémica hegemonía de los ocupantes sobre la población indígena y terminó por extenderse por todo el orbe catalán, infiltrándose en el Bajo Aragón y alcanzando zonas tan alejadas, como las tierras valencianas actuales.
Según testimonio de Rufo Festo Avieno, que fue un poeta latino del s. IV d. E.C., y autor de la primera fuente escrita sobre la península en su “Ora Marítima”, afirma que todo el territorio comprendido entre los ríos Cabriel y Turia, que trazan una línea fronteriza natural entre las actuales provincias de Cuenca y Valencia y por el Sur con la de Albacete, englobando a zonas de Castellón, fue habitado por tribus de orígenes célticos, como los beribracos, bebriaces, beribraces o brigaces, que después fueron absorbidos por otras tribus tanto íberas como celtas como los olcades.
Estos Beribraces recuerdan la palabra celta Bebros, que significa castor, siendo probablemente su animal totémico y constituyen unos de los primeros pueblos identificados ya como celtas en la península.
Posteriormente, en el siglo VII a. de E.C, durante la llamada Cultura de Hallstatt, se piensa que los celtas tales como berones, pelendones, sedetanos y otros, se asentaron en diferentes zonas peninsulares, introduciendo el hierro y su lenguaje común..
Sin embargo, los íberos volvieron a asentarse masivamente en el noreste peninsular, a partir del 650 a.E.C procedentes del Sur de la Península Ibérica, absorbiendo a los pueblos célticos que habían llegado en menor número.
Hacia el año 600 a.EC., la mayoría de historiadores coinciden en que llegaron otros pueblos célticos algunos alcanzando las actuales Galicia y Asturias, donde predominaron sobre grupos autóctonos. Entre otros, llegaron los sefes o saefes, los lugones, los cempsios o kempsios, los cynetes-conios y otros elementos celtas de las tribus vettonas. Más tarde, sobre el siglo VI a.E.C., llegaron tribus celtas mayoritariamente del grupo belga.
También posteriormente hubo nuevas oleadas de celtas galos que cruzaron los Pirineos sobre el año 500 a.E.C., los cuales se establecieron inicialmente en la ribera del Ebro, teniendo como foco principal la región aragonesa y avanzando posteriormente hacia el centro, y hacia el sur, hasta alcanzar el borde nororiental de la meseta.
Autor: Iolair Faol.