Las relaciones legales se establecían, no entre individuos sino entre familias. Lo más destacable, es la ausencia de responsabilidad individual en el terreno penal, pues era el grupo familiar al completo, el que debía asumir las acciones del infractor. Todos los miembros de un mismo clan, debían satisfacer colectivamente la ofensa inflingida, y pagar el precio. En el caso de homicidio, el pago era de 7 esclavos o 21 vacas, este delito se llamaba “odio de sangre”.
Era normal, sobre todo en Irlanda, la existencia de alguien de mayor rango que se responsabilizase del individuo fuera de su propio territorio. Este a cambio, le prestaba un servicio, generalmente militar; todo esto, sin que el implicado perdiese su estatuto de hombre libre ni su capacidad para poseer ganado y tierras. Cuando un individuo del clan era expulsado de este, perdía todo derecho a protección ni a participar de los actos de su comunidad, siendo rechazado y abandonado a su suerte, encontrándose ajeno y desvinculado de su gente. Era costumbre hacer prestamos, que podían ser incluso satisfechos en la otra vida, siguiendo la creencia de la inmortalidad de las almas. No existían pues, excesivas distinciones sociales, y así, la mayor ocupación se basaba en el cuidado del ganado, la agricultura, aunque escasamente (de la que se ocupaban primordialmente las mujeres), la caza, la pesca, y sobre todo, la guerra.
Los ancianos eran muy considerados, pues en ellos residía la sabiduría, y en una sociedad de tradición oral, son los mas viejos los que han podido aprender las diferentes historias de la cultura que han heredado. Tan considerados como estos eran los “tirné”, jóvenes guerreros, saqueadores de los pueblos más ricos del sur, y pesadilla de las legiones romanas.
Los celtas formaban una sociedad militar, gobernada por valerosas reinas y reyes guerreros, y una clase alta de aristocracia. Eran respetados por su habilidad como jinetes y por su fiereza en el combate, al que acudían con ímpetu arrollador después de haber cabalgado a veces, muchos kilómetros. La facilidad con que conquistaron enormes territorios, demuestra su poder en la guerra. Tanto los mitos como las fuentes históricas han reflejado el orgullo celta con que el guerrero se vestía para la batalla. En la guerra de las Galias, César escribe: “Los celtas pintan sus cuerpos con tintura de glasto, para parecer más terribles. Llevan el pelo largo y los cuerpos afeitados, a excepción del labio superior y la cabeza”. Diodoro de Sicilia, contemporáneo de César los describe así: “Altos, musculosos, de piel y cabellos claros, aunque no todos si la mayoría; recogen su pelo hacia atrás en lo alto de la cabeza, dejándolo luego caer sobre la nuca y el cuello, de modo que presenta un aspecto tan recio como la melena de un caballo”. Herodías, en el S. III d.c. sigue:…”Poco acostumbrados a llevar ropas, adornan sus cuellos y cinturas, lo que consideran un símbolo de belleza y de prosperidad económica, tatúan su cuerpo con dibujos abstractos y toda suerte de animales, acudiendo casi siempre desnudos a la lucha”.
Una característica que facilitó su dominio pero que, a la vez, permitió la continuidad de su cultura, fue la ausencia de un verdadero estado celta a causa de la primacía de las estructuras tribales y familiares. Esta división los hacía militarmente débiles ante invasores bien organizados, como por ejemplo los romanos -a los que sin embargo les llevó años conquistarlos -. Paradójicamente sucedía lo contrario con las costumbres y los valores, protegidos de influencias externas por los fuertes vínculos parentales, en donde el clan estaba por encima de toda organización estatal, y unificaba y cobijaba a sus miembros. “Llevamos la fuerza del jabalíy la sabiduría del unicornio”.
Los druidas, el estrato de mayor influencia y poder entre los celtas, sabían leer y escribir griego y latín (como los antiguos sacerdotes egipcios), sin embargo optaron dejar por vía oral, en hermosos versos, la crónica de la existencia de su pueblo. Este fue uno de los principales motivos por el cual no se ha considerado la magnitud, en buena parte de los libros de historia, del importante legado celta que fundamenta notablemente la sociedad occidental, ya que los mismos celtas antiguos no creían -o no formó parte de su tradición- en los documentos escritos.
La unidad social celta era la tribu. En ella, la sociedad estaba estratificada en nobleza o familias dirigentes de cada tribu, agricultores libres que también eran guerreros, artesanos, trabajadores manuales y otras personas no libres, y los esclavos. También existía una clase instruida que incluía a los druidas. En los primeros tiempos, las tribus eran dirigidas por los reyes, lo cual parece que persistió en Gran Bretaña hasta la conquista de Roma. En las partes de la Europa celta más abierta a las influencias del mundo clásico, los magistrados electos sustituirían a los reyes.
Matrimonio:
No muy conocido, el derecho matrimonial presentaba rasgos arcaicos, predominando la patriarcalidad, ejerciendo su patria potestad sobre todos los miembros del clan. Se practicaba la endogamia, salvo en las clases nobles, donde era normal tener varias esposas o maridos y amantes. El matrimonio se podía concertar por un período de tiempo, tras el cual, ambos quedaban libres. El divorcio era una práctica muy normal.
Existían hasta diez tipos de contratos matrimoniales, desde el temporal, hasta el permanente. Era asimismo corriente la existencia de una esposa secundaria, y el concubinato era plenamente legal y aceptado, considerado como una situación lógica.
La mujer en el mundo Celta:
Tenían acceso a la propiedad y a la herencia, y más en ausencia de descendencia masculina. Las fuentes clásicas se muestran sorprendidas por la independencia y libertad de las mujeres celtas. Tácito explica como a los hombres celtas no les importaba ser conducidos por mujeres y conocemos los casos de reinas como Boudicca o Cartimandua, reinas de los icenos y los brigantes respectivamente. Así como la reina Medb, en la epopeya de Táin Bó Cuailnge. La mujer celta solía acompañar a sus hombres a la batalla, es más, a menudo demostraban una furia comparable e incluso superior a estos. Cesar, en la guerra de las Galias, lo menciona así: “Una hembra celta iracunda, es más temible incluso que un riastradth (estado en que los guerreros keltoy acudían a la batalla, similar al bersecker vikingo), pues se muestra más fiera e indomable que estos”.
Hábitos:
Los celtas eran entusiastas de los placeres de la buena mesa. El vino era la bebida de las clases más altas pero el pueblo tomaba corma, que era cerveza de trigo mezclada con miel, muy utilizada en los banquetes, los cuales eran muy frecuentes en tiempos de paz. En estos festines los bardos tocaban sus liras y cantaban canciones sobre trágicos amores y héroes muertos en combate.
Para comer utilizaban los dedos y ocasionalmente se acompañaban de un puñal para los trozos de carne difíciles de cortar. La comida típica incluía cerdo cocido, buey, vaca y jabalí, todo ello acompañado con miel, queso, mantequilla y, por supuesto, corma -cerveza- y un buen vino.
También eran muy aficionados a un juego de mesa llamado fidchell, parecido al ajedrez, aunque se jugaba con estacas. Admiraban la artesanía experta y las hazañas intelectuales -sobre todo cuando se exhibía una prodigiosa memoria-. Tenían el ideal de una sociedad heroica, pero vivían como prósperos ganaderos y agricultores, ocupados a menudo en el robo de ganado.