Creo que todos responderemos igual ante la palabra “Merlín”, esto es, imaginarnos un mago alto y barbudo, de mirada severa, torva, portador de oscuros presagios y conocimientos sobrenaturales. Pero lo cierto es que Merlín es algo más que un mago, es El mago, el arquetipo del hechicero, el loco y el poeta, reunidos en una silueta grisásea que nos habla de un pasado oscuro y remoto.
El mago Merlín alcanza la popularidad en la saga artúrica. Antes de eso, en 1136, Geoffrey de Monmouth lo menciona en su Historia de los reyes de Bretaña (Historia Regum Britanniae) como una figura real, combinando las historias de Myrddin Wylt, un personaje central de las leyendas galesas, loco y profeta, con el líder romano-británico Ambrosius Aurelianus, llamado en gales Myrddin Emrys. Estas son las bases históricas de Merlín.
Esta fusión ideada por Geoffrey de Monmouth se popularizó de inmediato, especialmente en Gales. Autores posteriores expandieron la imagen del mago Merlín y lo convirtieron en un Cambion, es decir, el producto de la unión de una mujer mortal (llamada originalmente Adhan) con un íncubo u otra entidad no humana (para algunos el mismísimo demonio Asmodeo) que le cedió sus poderes sobrenaturales. Merlín madura con la seguridad de que su misión es asegurarse la llegada del verdadero rey de las islas, Arturo, arribo que requirió de todas sus habilidades estratégicas. Luego se convertirá en el infatigable compañero y consejero de Arturo, hasta que el destino lo abate por el amor de una mujer, Vivian, la Dama del Lago. Pero no nos adelantemos.
La palabra Merlín proviene del galés Myrddin. Para algunos, esto alude a algún tipo de ave de la foresta. Etimológicamente hablando deriva del celta Mori-Dunon, literalmente: De la colina del mar. En su largo poema Vita Merlini (Vida de Merlín), Geoffrey de Monmouth latiniza el nombre hacia el plural Merlinus, tal vez para evitar la similitud del singular, Merdinus, la palabra anglo-normanda Merde, textualmente: mierda.
Otros sostienen que la palabra Merlín no es un nombre en absoluto, sino un título druídico, un alto rango en la sabiduría poética y mágica de aquella tierra.
Como ya mencionamos, los orígenes narrativos de Merlín provienen de la fusión entre Myrddun Wylt y Aurelius Ambrosius, no así su origen mitológico, que se remonta a un pasado incalculable. El primero, profeta galés de neto corte lunático, es altamente valorado en su tierra, y el segundo emerge de las páginas de la Historia Brittonun, de Nennius, donde se lo detalla escuetamente. Esta versión de Merlín, la que normalmente llega hasta nosotros, es una combinación de varios arqueticos de la cultura celta: el bardo, el druida, el salvaje, el chamán y el profeta loco.
Debido a esta mezcla entre motivos arquetípicos e históricos, sólo daremos cuenta de algunas características del mago Merlín que se repiten en ambos enfoques.
Los poderes de Merlín eran innumerables. Podía comunicarse con los animales, cambiar de forma, volverse invisible, controlar el clima y los elementos. En la obra medieval Lancelot and Guinevere se asegura que: (Merlín) …Conocía el secreto de todas las cosas, su cambio y su renovación, conocía el secreto del Sol y la Luna, las leyes que rigen el trazado de las estrellas; las señales mágicas de las nubes y el aire; los misterios del mar. Conocía los demonios que envían sueños bajo la Luna. Comprendía el grito áspero de la corneja, el volar sonoro de los cisnes, la resurrección del fénix. Podía interpretar el vuelo de los cuervos, la ruta de los peces y las ideas necias de los hombres, y predecía todo cuanto sucedía después…
Pero no sólo la Naturaleza respondía a sus reclamos, sino sus hijos dilectos: los seres mágicos. Hadas, Elfos, Dragones, todos respetaban profundamente a Merlín, más que nada en su faceta de poeta y compositor.
Arturo y Camelot, de hecho, son inconcebibles sin Merlín.
Uther Pendragon (Cabeza de Dragón) era el gran rey de Britania. Se enamoró perdidamente de Lady Ingraine, casada con Gorlois, duque Tintangelo. Obsesionado, Uther invita a la pareja a su castillo, pero Gorlois, que temía una estratagema, encierra a Ingraine en su castillo. Uther acude a Merlín, quien le proporciona un brebaje mágico que cambiaría su rostro y lo volvería idéntico al de Gorlois, de este modo podría acostarse con la hermosa Ingraine. Pero Merlín jamás hacía nada sin obtener algún beneficio, de modo que se cercioró de que Gorlois no regrese del asedio que sostenía al castillo de Dimilioc, y le hizo prometer a Uther que le entregaría el hijo que tuviese con Ingraine. Aquel hijo sería Arturo, quien fue enviado con sir Héctor, quien lo crió como un hijo propio al lado de sir Kay.
Merlín acompañó cada paso de Arturo. Cuando Uther murió, muchos reyes menores se rebelaron, Lot de Orkney, Uriens de Goore y Sir Pellinore se disputaron el trono de Britania. En esa época, Arturo tenía unos dieciséis años. Merlín lo lleva hasta la roca donde dormía Excalibur, la gran espada del ciclo artúrico, forjada únicamente para responder al verdadero rey. Arturo es el único que logra arrancarla de su sueño de piedra.
Ya con Arturo entronizado, Merlín se dispone a volver al bosque, pero las intrigas lo obligan a volver. Días antes del episodio de la espada, Arturo cayó en las redes encantadoras de una muchacha llamada Morgana, hija ilegítima de Gorlois e Ingraine y esposa del rey de Uriens (para otros, un Hada). Con esta media hermana concibe a Mordred, su más oscuro enemigo.
Ya en el crepúsculo del mito, con Arturo curando sus heridas en la isla de Avalon, un Merlín anciano vaga por los bosques, abatido, saboreando el fracaso de su misión. Allí conoce a Nimue (para otros, Vivian), y se enamora de ella. Pronto comienza a enseñarle encantamientos y hechizos de poder a cambio de convertirse en su amante. En un acto de increíble poder, Merlín construye un palacio bajo las aguas de un lago, y bautiza a su nueva amante como La Dama del Lago. Eventualmente, Nimue traiciona a Merlín, pidiéndole que le enseñe un hechizo inigualable. El viejo mago cede, acaso conociendo el futuro, y Nimue lo encierra para siempre en una celda de cristal (para otros en una roca o un árbol), de la que Merlín no podía salir, pero a la que la joven hechicera podía acceder cada vez que quisiera.
La leyenda asegura que Merlín no ha muerto, sino que aguarda en el oscuro bosque de Brocelianda, otrora parte del reino. Aquel último amor fue, tal vez, una manera romántica de recluirse hasta que Arturo emerga de las doradas costas de Avalon, con el brillo gélido de Excalibur en la mano, listo para refundar Camelot en una tierra sin tiempo.
(Espejo Gótico)