Hay unas condiciones óptimas de manifestación, un estado mental propicio para que puedan producirse y son los momentos personales intensos que nos obligan a estar muy pendientes de las señales del exterior, los momentos en que buscamos ayuda por intensas vivencias o crisis emocionales, los cambios bruscos, los viajes, los momentos de peligro, las muertes de seres queridos. Los momentos en que nos olvidamos de la seguridad, de lo conocido y trillado, del plan establecido, de lo que se supone que debemos hacer, son los que nos sumergen en un estado de alerta y apertura perfectos para ser consciente de esa dimensión simbólica de la vida que es la que al final nos da la clave no sólo para la solución de nuestros problemas, sino para hallar nuevas maneras de vivir intensa y conscientemente. La fé juega en esto un importante papel, la fé en uno mismo, en la fuerza creativa del universo que nos guia exactamente a dónde queremos llegar, la certeza de que si existe un miedo que nos bloquea, también hay un amor que nos motiva a experimentar más allá de lo conocido; pero hemos de elegir la aventura y no el hastío. Somos lo que pensamos, y experimentaremos esa magia sólo si antes le damos la oportunidad creyendo en ella y invitándola a jugar en nuestras vidas. Esos momentos difíciles o especiales nos han puesto en ese estado de apertura y recepción, de nosotros depende que sigamos en esa actitud de aceptación de esa fuerza universal que parece saber exactamente lo que precisamos y nos lo brinda generosamente. No es ver para creer sino creer para ver, pues lo que hay en nuestra mente es lo que hace que nos atraigan y que nos veamos atraídos hacia lo que es análogo. Esa es la manera en que todo se agrupa.
La simbología y el sentido de estos acontecimientos nos da el mensaje exacto que el universo representa para nosotros igual que si fuera una sesión de cine particular. Las ideas poseen una vibración, a otros niveles tienen forma y color que hace que atraigan lo análogo. Al atraer lo que se le asemeja podemos leer en la materia lo que realmente pensamos sobre nosotros mismos y del universo, y tomar decisiones sobre lo que deseamos ver convertido en realidad y lo que no.
Pero entonces me diríais ¿y porque no vivimos permanentemente en ese estado idílico en el que todo se resuelve, en el que la información fluye, en el que si fuera verdad seríamos como pequeños dioses creando lo que se nos antojara?. Pues siempre depende de que en la mente haya mensajes positivos, y emociones bondadosas en el corazón.
1.- El estado fluido es de muy elevada vibración y de una conexión intensa de mente y corazón, es decir, que el sentimiento es el que nos lleva a hacer tal cual cosa, es el que – valga la redundancia- da “sentido” a la vida. El sentimiento nos conecta directamente con el alma de las cosas y el pensamiento debe de contenerlo y construir sobre él pero nunca dejar de amarlo.
Normalmente experimentamos desde la idea preconcebida y decidimos luego que sentir por ella, emitimos un juicio antes de que la realidad se presente y hace que no veamos lo que es sino lo que queremos ver, y la magia se desvanece bajo el peso de la razón sin sentimiento por el miedo a lo desconocido. El miedo y la duda corta el flujo instantáneamente.
2.- El estado fluido está en permanente movimiento. Cada pieza del puzzle aparece en el preciso momento con la condición de pillarnos conscientes, despiertos, alertas y deseosos de recibirlas. Es como un juego en el que las reglas se van desvelando a medida que avanzamos. Las piezas nos vienen en forma de señales y analogías en la vida real y en forma de sueños mientras dormimos. El desentrañar el significado de esas señales es como aprender a descifrar las instrucciones del mapa del tesoro.
Las actitudes derrotistas, la negatividad que lleva al cansancio, a la rutina, a desear recibir constantemente en lugar de darse a uno mismo y a los demás, generan estados de bloqueo e inactividad. Para ver las señales hemos de hallarnos en camino.
3.- Fluir es confianza, certeza en las propias posibilidades y en las de la corriente creativa del universo. Fluir significa trabajar por ese estado positivo interior que nos mantiene protegidos y dispuestos a abrirnos a nuevas experiencias y milagros. Mientras nuestro discurso interno (y externo) sea “creo”, “puedo”, “confío”, “busco y encuentro”, “resuelvo”, “disfruto”, “es posible” “si y además” y “me gusta”, todo irá bien sin ninguna duda.
Habitualmente los miedos, dudas y la falta de información de lo que realmente somos capaces y de nuestra verdadera misión en la vida nos bloquean y retrasan en el camino. Nos hacen mirar al pasado con resentimiento y al futuro con cierto recelo. Aparecen los que yo llamo los “isidoros” (¿y si me pasa esto o y si me equivoco?), los “esques” (es que no sé, ya lo intenté pero…), los “siperos” y “noperos”, los “nopuedos”, los “estoesimposible”, y los “esdifícil”, “estoesloquehay”, “nohayotraopción” y demás programación negativa. Si eso hay en la mente, eso es lo que se materializará.
4.- Fluir no sabe de retenciones y por lo tanto tampoco del uso de la fuerza, no es tanto vencernos sino convencernos, motivarnos y dirigirnos hacia lo que deseamos ver convertido en realidad. La reina de la fluidez, el agua, nunca se esfuerza demasiado en nada, busca siempre la salida hacia el mar.
Es muy común perdernos en luchar contra lo que queremos ver desaparecer, lo que lo hace mucho más grande. Transformar el muro en escalera para lograr ver el otro lado suele ser mejor solución que darnos de cabezazos contra él.
5.- Fluir es seguir fielmente la voz de la intuición y comprometernos con ella; trabajarla hasta
que sepamos distinguirla perfectamente de otras voces. ¿y como saber lo que es intuición de la voz del Ego?. Igual que el amor es el polo opuesto del temor, la intuición que viene de nuestro Ser interno es el polo opuesto de la voz del ego que nos habla. Son lo mismo, sólo que un polo es guiado por el amor y el otro por el temor.
La intuición soluciona siempre para el mejor bien de todos, habla bajito, viene en el momento oportuno y en sus ideas hay certeza y tranquilidad, nunca ataca a nadie, y se mantiene en el presente. Es el amor dentro de nosotros el que habla, lo que significa que se presenta en momentos de intensa conexión interna, cuando nos sentimos entregados a la vida. Sus soluciones son perfectas para ese momento. Suele ir seguida de un racional “ que tonterías se me ocurren” y la dejamos pasar.
El ego habla alto y es repetitivo hasta la saciedad. Tiene miedo y se defiende, sus ideas suelen ser del tipo ataque o huida, repasa sin cesar el pasado y va creando expectativas de futuro. Es el que tiene miedo el que se comunica, y por tanto sus soluciones nunca son definitivas y las situaciones se repiten de nuevo. Curiosamente estamos más prestos a creer en éste otro por ser lo conocido, lo que nos lleva a perder la oportunidad de experimentar la magia de vivir en la incertidumbre. Aprendiendo a amarle, educándole en la confianza y uniéndonos a él comienza la transformación interna. La guerra debilita, ¡la unión hace la fuerza!
Para terminar me gustaría citar a Deepak Chopra: “La incertidumbre de las cosas no despierta miedo en quien está en la conciencia de la unidad, pues está seguro de si mismo. La voz de la verdad interior dice: << abrazo a lo desconocido porque me permite ver nuevos aspectos de mi mismo>>”…
(Autora: Beatriz F. del Castillo)
Un caso de sincronicidad: “Un ejemplo clásico de sincronicidad apunta a un suceso acontecido en la vida del actor Anthony Hopkins. Cuando éste fuera contratado para actuar en la película La mujer de Petrovka, no consiguió encontrar en ninguna librería londinense la novela de George Feifer en la que se basaba el guión. Frustrado y aburrido, se dispuso a tomar el Metro para regresar a su casa. Estaba sentado en la estación de Leicester Square cuando, de pronto, halló el libro en un banco. Se quedó tan asombrado de su buena suerte que ni siquiera reparó en las anotaciones que el volumen tenía en los márgenes. Dos años más tarde su sorpresa fue aún mayor. Al conocer al autor durante el rodaje del filme, éste le dijo que había perdido su ejemplar anotado. Dicho ejemplar era el mismo libro que Hopkins había encontrado en la estación olvidado sobre un banco.”